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Las secuelas del silencio

La violencia ejercida en contra de niñas, niños y adolescentes afecta su desarrollo pleno, causando baja autoestima, trastornos del sueño y de la alimentación. También genera estrés, ansiedad, conflictos emocionales y depresión; así como bajo rendimiento académico, ausentismos y deserción escolar que pueden perdurar y empeorar en la edad adulta.

Son muchos los motivos que confluyen y hacen que las niñas, niños y adolescentes no revelen que han sido o son víctimas de violencia, por ejemplo:

Culpa y vergüenza.     

Miedo de las consecuencias que sus dichos puedan causar.       

Amenazas de daño físico o muerte por parte del (la) agresor(a).     

Temor a ser estigmatizados o rechazados.     

Falta de interlocutores dispuestos a creer en sus palabras.

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Diversos estudios indican que la exposición al maltrato y a otras formas de violencia durante la infancia están asociadas a factores y comportamientos de riesgo en la edad adulta, tales como: perpetración de actos violentos, depresión, tabaquismo, obesidad, comportamiento sexual de alto riesgo, embarazo no deseado y consumo de alcohol y de estupefacientes. Más allá del daño innecesario y del dolor que causa, la violencia socava el sentimiento de autoestima de los niños y menoscaba su desarrollo. Sin embargo, la violencia contra los niños muchas veces se justifica racionalmente como si fuera algo necesario o inevitable. Puede que se acepte debido a que quienes la infringen son conocidos, o que se minimice su efecto como si fuera irrelevante. Puede que se evite recordar o denunciar la violencia debido a la vergüenza o al temor a una represalia. La impunidad de quienes ejercen la violencia y la frecuencia con que se comete puede llevar a que las víctimas consideren que la violencia es normal. En esas ocasiones, la violencia se disimula, y esto hace que resulte difícil prevenirla y eliminarla.

Por ello, para reducir la violencia en las escuelas y las comunidades resulta fundamental dar a los niños, niñas y adolescentes los conocimientos y aptitudes necesarios para hacer frente y resolver asertivamente las situaciones de riesgo y los desafíos sin apelar a la violencia, así como a romper el silencio buscando la ayuda necesaria cuando se susciten situaciones violentas y denunciando las mismas. El secreto entre el niño y la persona que lo violenta es fundamental para que el maltrato se sostenga en el tiempo. Chuka: rompe el silencio, desde su título promueve que, para terminar con la violencia, los niños y niñas deben hablar, pedir ayuda, ser asertivos, decir que no, expresar si no les gusta algo que están viviendo y buscar la protección de los adultos o autoridades que se la puedan brindar.